La Guerra Civil Española fue un conflicto social,
político y militar que se desencadenó en España tras el fracaso
parcial del golpe de estado del 17 y 18 de julio de 1936 llevado a
cabo por una parte del ejército contra el gobierno de la Segunda
República Española, y que se daría por terminada el 1 de abril de
1939 con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco,
declarando su victoria y estableciéndose una dictadura que duraría
hasta su muerte en 1975.
La
Guerra Civil se produjo porque el golpe de estado militar no
consiguió de entrada su objetivo fundamental, apoderarse del poder y
derribar al régimen republicano y, porque al contrario de lo que
ocurrió con otras repúblicas del periodo, hubo una resistencia
importante y amplia, militar y civil, frente al intento de imponer un
sistema autoritario. Sin esa combinación de golpe de estado,
división de las fuerzas armadas y resistencia, nunca se habría
producido una guerra civil.
Hasta que llegó la Segunda República, la sociedad
española parecía mantenerse un poco al margen de las dificultades y
trastornos que sacudían a la mayoría de los países europeos desde
1914. España no había participado en la Primera Guerra Mundial y no
sufrió, por lo tanto, la fuerte conmoción que esa guerra provocó,
con la caída de los imperios y sus servidores y el endeudamiento
para pagar enormes sumas de dineros dedicadas al esfuerzo bélico,
entre otros. La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha
de clases, guerra de religión, enfrentamiento de nacionalismos
opuestos, lucha entre dictadura militar y democracia republicana;
entre revolución y contrarrevolución, entre fascismo y comunismo.
A la Monarquía española no la derrumbó una guerra,
sino su incapacidad para ofrecer a los españoles una transición
desde un régimen oligárquico y caciquil a otro reformista y
democrático. La caída de la dictadura de Primo de Rivera el 28 de
enero de 1930 generó un proceso de radicalización política y un
auge del republicanismo. En esa movilización por la República
confluyeron viejos conservadores que decidieron abandonar al rey,
republicanos de toda la vida, republicanos nuevos, socialistas
convencidos de que tenían que influir en el movimiento desde dentro
y destacados intelectuales.
Entre
1910 y 1931 surgieron en Europa varias repúblicas, regímenes
democráticos, o con aspiraciones democráticas, que sustituyeron a
monarquías hereditarias establecidas en esos países. La mayoría de
ellas, y algunas muy significativas como la alemana, la austriaca y
la checa, se habían instaurado como consecuencia de la derrota en la
I Guerra Mundial. La serie había comenzado en Portugal, con el
derrocamiento de la monarquía en 1910, y la española fue la última
en proclamarse. La única que subsistió como democracia en esos años
hasta el estallido de la II Guerra Mundial, fue la de Irlanda, creada
en 1922. Todas las demás fueron derribadas por sublevaciones
militares contrarrevolucionarias, movimientos autoritarios o
fascistas. Pero el golpe militar de julio de 1936 fue el único que
causó una guerra civil.
A
las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y
bando sublevado.
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